MADEIRA, LEGADO VOLCÁNICO EN EL ATLÁNTICO; Por Rosana Saburo

Madeira, en pleno mes de enero, un descubrimiento a base de senderos, como el de Caldeira Verde, fue el primer contacto con las acequias o levadas, canalizaciones de agua que han regado desde el siglo XV las huertas y cultivos de la isla, también han facilitado agua a sus habitantes.

El sendero era muy concurrido pero espectacular, las caídas de agua, las cascadas maravillosas, las panorámicas a bosques frondosos, los sonidos, fue una jornada muy intensa.

Los bosques de brezos blancos, con sus pequeñas agujas sobre el suelo, que hacían la pisada tan confortable, las paredes de helechos y de nuevo, la gran protagonista, el agua, en otra ruta muy conocida, como 25 Fontes, con un final impresionante, la cascada Do Risco.

Los bosques de centenarias laurisilvas de Fanal, en un primer momento al descubierto, sin el acompañamiento de la niebla, pero a medida que caía la tarde, la bruma se impuso, creando un ambiente mágico, de troncos retorcidos por los vientos, repletos de musgos, todo parecía encantado en la  inmensa planicie de Paul da Serra, a 1500 metros de altitud.

Pero no solo de bosques, cascadas o acequias se distinguía Madeira, en la punta este de la isla,  se ubicaba la Punta de San Lorenzo, zona natural protegida, que en el día de la visita y caminata, era un paisaje dominado por verdes y ocres, con acantilados impresionantes, con formas caprichosas sobre el Atlántico, restos de su pasado volcánico.

Al norte, Porto Moniz, de antiguo puerto ballenero a disfrute de piscinas naturales, rodeadas de fuerte oleaje, alguna bañista nadaba plácidamente entre el mar desafiante.

A lo largo de toda la isla, los túneles facilitaban el recorrido en coche por una montañosa orografía costera, la fertilidad de su tierra era visible, con extensas plantaciones, además de flora tropical.

La capital de Madeira, Funchal, ofrece un mercado especial, el Mercado dos Lavradores, con lo mejor de la isla, frutas tropicales, verduras, pescados, por supuesto sus magníficas flores presentadas por vendedoras vestidas con el traje típico de la isla.

Madeira tenía un misterio que invitaba a recorrerla, caminar, vivir todos sus matices y colores, y al final, es la combinación de un todo que emergía del mar.

Enlace de interés: https://visitmadeira.com/es/

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