Mientras existan bibliotecas, un mundo mejor puede definirse y hacerse realidad.
Era la segunda cita con un país nórdico, acostumbrada a las temperaturas del Sur de Andalucía, el tren desde el aeropuerto de Helsinki al centro de la capital de Finlandia, mostraba la nieve acumulada que permitía caminar con mayor facilidad por las estaciones, eran imágenes muy distintas, este viaje generaba, desde el principio, sensaciones para conocer nuevos conceptos y vivencias.
En pleno centro de Helsinki, frente al Parlamento, un gran edificio que combinaba madera, vidrio, acero, llamaba la atención como un lugar especial, que invitaba a pasar para visitarlo.
Antes de entrar a su interior, un área cubierta del exterior, facilitaba la calidez frente a temperaturas gélidas de la calle; Una vez dentro del edificio, un servicio en línea, permitía dejar libros que automáticamente eran clasificados; A la izquierda, las mesas con tableros de ajedrez, daban pistas que entrábamos, en un espacio público diferente, que permitía jugar.
La planta baja mostraba que era un edificio abierto a todos los ciudadano, y eso, también significaba, que personas en situación de calle, también utilizaban los servicio de la biblioteca.
Subiendo a la planta intermedia, desde la escalera mecánica, se veían habitaciones individuales, bien con una sola persona o varias, ajenas al exterior; Estudios de grabaciones, grandes mesas con máquinas de coser, un gran espacio escalonado para hablar, descansar, impresoras en 3D, espacio para conferencias y todo ello, de forma gratuita, eran algunas opciones que podían observarse en esta planta del edificio de la biblioteca central.
El piso superior tenía tragaluces que, aún en días nublados, dejaba colar la luz finlandesa en pleno mes de enero, las estanterías abiertas facilitaban las lecturas, las zonas acristaladas dejaban ver la ciudad; Al final de la planta el suelo se curvaba hacia arriba, como si estuviéramos en un barco, dejando un área reservada para los más pequeños y sus familiares.
También una cafetería, un momento para reponer fuerzas y vivir esta biblioteca, como mucho más que un espacio para el estudio o la lectura.
Aprovechando materiales locales, como la madera de abeto finlandés, la biblioteca central Oodi en Helsinki era un refugio para la cultura, la participación activa, un espacio de usos múltiples, en el que el aprendizaje, quedaba claro era permanente.
En un mundo digitalizado, la acumulación del saber y los edificios que lo albergan, no dejan de sorprender, resaltando que las bibliotecas son espacios activos, abiertos y dinamizadores para un futuro mejor.
Oodi, significa Oda en finlandés, toda una alabanza hacia la sabiduría.
Enlace de interés: https://www.oodihelsinki.fi/
viajarconrosana.wordpress.com